24 de julio de 2011

EN BRAZOS DE LA MUJER MADURA










Hace mucho tiempo leí el libro de Stephen Vizinczey “En brazos del la mujer madura”, un libro en que se narran las peripecias de un joven que se relaciona con una mujer mayor de cuarenta años; desde sus experiencias sexuales hasta la introducción de este joven al mundo de los libros. incluso en España se hizo una una película con el mismo título, dirigida por Manuel Lombardero, ambientada en los últimos años de la guerra civil y los primeros años de la dictadura de Franco. Y donde aparecían Juan Diego Botto, la maravillosa Faye Dunaway, Carmen Elías, e Imanol Arias, entre otros. Pero para mi la película que mejor toca este tema del amor entre adolescente y mujer madura sigue siendo; "El Graduado", fantástica película donde las haya, y que ha tenido una adaptación española en el teatro en el año 2005 con unas fantásticas Angela Molina y Olivia Molina, madre e hija, peleando por Juan Díaz. Hubo otro libro de este mismo autor, de Vizinczey, que me tocó leer en la universidad, y que también os recomiendo porque habla del poco valor que debemos darle al dinero y que se titula; "Un Millonario Inocente".



Pero centrándome en el tema que hoy me preocupa, y que nace de este libro de "En brazos de la mujer madura", (un libro con influencia de la biografía de Benjamín Franklin, que también prefería el amor de las mujeres maduras, porque según decía el Sr. Franklin; "conocen mejor el mundo"), donde Vizinczey relata las aventuras y amores de un chico joven y una mujer madura, quiero hacer una disertación, sobre lo importante que es la madurez en las relaciones de pareja. No solo la madurez física, sino la espiritual. 




Esta novela de Vizinczey, que fue publicado en el año que yo nací; en 1965, llegó a mis manos 17 años despúes, en el fervor de mi plena adolescencia, es el falso relato autobiográfico de un profesor de filosofía, que plagado de erotismo, imaginación, inteligencia y una curiosa sensibilidad, habla de las primeras relaciones, de los amores, desamores, desaires, soledad y angustia de los adolescentes y de la satisfactoria relación con una mujer madura, bella y comprensiva. Yo sabía, cuando lo vi en aquella librería que iba a darme respuestas, pero nunca pensé que iba a ser también, el libro que marcaría mi adolescencia por completo.


En aquella época yo vivía obsesionado por una mujer madura, y encontrar este libro fue, además de necesario para seguir aumentando el morbo, una búsqueda de respuestas ante tanta desazón emocional provocada por el complejo de Edipo y el rechazo que yo sentía por todas las chicas de mi generación, que revoloteaban a mi alrededor con aires de mujer, y soñando con los iconos masculinos que llenaban las páginas del "SuperPop" y que no se parecían en nada a la imagen que yo veía en mi espejo, por las mañanas.


Esta novela me ayudo a descubrir porque yo deseaba a aquella vecina, que un día, desde mi ventana, observé mientras se cambiaba de ropa en el edificio de enfrente, y que, desde aquel momento, llenó para el resto de mis días adolescentes, mis cientos de sueños eróticos. Aquella mujer por la que desde aquel día yo sentí adoración y que idolatré hasta el extremo. Aquella mujer, que con los años sería el icono de la búsqueda de la mujer ideal, que no solo me ayudo a entender el poder del deseo, sino a soñar con la posibilidad de alcanzar el tan soñado tren del amor y el posterior camino hacia la construcción de una familia, fue para mi la maestra de todas las lecciones que un adolescente necesitaba para alcanzar el status de hombre. El estatus que luego me permitió pensar en mi propia familia, puesto que ella, formaba parte de una, a la que yo admiraba, dado que sus hijos eran compañeros de juego y estudios.


Lo que vino, después os lo podréis imaginar; mi vida de adolescente la dediqué a ser un subdito de su realeza como mujer. Aquella relación es comparable a la que aparece en el libro, por lo que no debo ni deseo contar esta historia tan personal, sino, traerla a colación para hacer una reflexión acerca de como, hoy, que me puedo aproximar mejor,a una mujer madura, fisica o psicológicamente hablando, y desde una óptica de un hombre igualmente maduro, física y psicológicamente hablando también, veo, como son tan difíciles las relaciones entre mujeres y hombres "maduros". Nuestras relaciones se han convertido en relaciones tan programadas, tan superficiales, tan de igual a igual, tan difíciles, que me están llegando a hacer perder el interés. Como anhelo lo fácil que era cuando uno era joven e inexperto, cuando nada guardaba en la mochila emocional, cuando había tanto por descubrí, por sentir...., cuando tenía tantos deseos de aprender de las mujeres maduras, y ellas tantos de enseñar.



Que puedo decir acerca de estas mujeres que está en una etapa de sobrada experiencia de la vida, que ya han vivido los avatares de la vida que les aproxima al medio siglo y, que por ello, tienen más que suficiente historia que contar. Que viven entre la nostalgia y el presente al que nunca renuncian. Que ante los ojos de un hombre maduro, no siente ya deseos de aprender ni de enseñar. Pero que ante los ojos de un hombre joven tampoco sienten el morbo ni la curiosidad que complementada la experiencia de la mujer madura le serviría de aliciente. Respeto a aquellas mujeres que quieren negar lo añejo y disfrutar del deleite de la juventud. De igual manera a aquellos hombres medianamente maduro o incluso superando los cincuenta, que sienten la naturaleza por sus venas y, con mas medios que en su juventud, pretenden a las mujeres jóvenes. La búsqueda de la eterna juventud, también llega bebiendo de sus fuentes.




Pero me quiero centrar en el misterio de la mujer madura. Esa mujer que por su edad encierra una visión de ver la vida diferente a la de su época de adolescente. Ha pasado de tener un cuerpo joven, terso, liso, fresco, con novedades, a un cuerpo no exento de belleza, porque sigue con su suavidad por su condición femenina.  Quizás sin las curvilíneas que de una mujer joven, pero mantiene su figura no del toda perdida marcado por huellas de sabiduría y conocimiento. Una mujer madura con un cuerpo cuidado, no tiene nada que ver  con el de las mujeres de épocas anteriores, el de nuestras abuelas que apenas se cuidaban, sobretodo en las zonas rurales. Hoy día en la mayoría de las mujeres maduras predomina mucho su encanto y ciertamente una belleza que embelesa, fruto de una renovada juventud. Gracias a el culto al cuerpo actual se ha podido revitalizar a la mujeres en una edad tardía y que estas tengan la opción de no renunciar sus cánones de juventud. Pero no solo por la parte física, también por la parte psicológica. La sociedad también ha provocado con estos avances y cambios culturales una nueva forma de pensar, y una nueva actitud frente a la vida, que les lleva a, sin renunciar al pasado, vivir intensamente el presente y hacer esperar el futuro. 



Pero, también, hay muchas mujeres maduras, que de manera consciente e inconsciente se aferran a la juventud que se escapa, se aferran al enamoramiento y al sexo asociándolo a su juventud, pero lo viven de forma dramática. Porque intentan compartir patrones culturales o sociales de la juventud, negándose a dejar de vivir con esos patrones. Cada etapa de nuestra vida nos ofrece un aprendizaje, y nos exige o justifica unos comportamientos. Pero, una vez superada esa etapa, debemos continuar hasta la siguiente. No podemos evitarlo. Y si no renunciamos a pasar página con realidades que chocan con nuestra edad, caeremos en el mas profundo de los ridiculos. Una mujer de 40 o 50 que disfruta del sabor de la experiencia, que trabaja para que sin perder su esbeltez, su hermosura propia de su edad, cultiva el equilibrio  espitirual, encontrará un bienestar personal que le dará un nuevo sentido de identificación con sus iguales, y le ayudará a encontrar relaciones satisfactorias.




La mujer madura que sabe lo que realmente quiere, no se pierde en la identificación con el pasado. La mujer que vive con mayor confianza en sí misma, sabe de la vida y la interpreta, conoce que la experiencia significa sabiduría. Sabiduría que añadida a la belleza física, que le provoca autoestima y hace que despliegue todo su encanto femenino. Un encanto femenino, tan atractivo no solo para hombres jóvenes, sino también para los hombres maduros. Soy testigo, cada día, de como mujeres, que se cuidan; en todos los aspectos; físico y espiritual, son capaces de atraer la atención de todo tipo de hombres. Porque la seguridad que otorgan es mas atractiva que su imagen.


Los tiempos están cambiando, y donde antes, la naturaleza de la mujer madura caía en declive, hoy, las mujeres que han aprendido a superar los  obstáculos contemporáneos (necesario para la evolución de la especie), descubren que, a veces es mas sano, física y psicológicamente, aceptar que  cada mujer es única y diferente, y que no debe caer en los estereotipos que le pueden llevar a perder su identidad. Y que como todo ser humano, caminamos buscando la tan añorada pasión sin caer en la monotonía. Y que, todos debemos  buscar los estímulos nuevos de acorde a nuestra edad para  llegar al gozo en cada minuto. En todos los aspectos de la vida. Si es así, la mujer se siente más libre y vive si complejos esa libertad, con una renovada atracción  que producen en los hombres un anhelado poder de deseo hacia ellas. 



¿Y los hombres maduros?. ¿Como se sienten frente a una mujer madura? Si pensamos, que lo que mas le preocupa a un hombre maduro, es envejecer, envejecer porque pierda su masculinidad, envejecer porque pierda su atractivo físico, envejecer por envejecer solo, envejecer es una palabra que a un hombre, siempre le da miedo. El miedo a envejecer es uno de los temores más grandes del ser humano. Por eso existe este despliegue de industrias que comercializan con tantos productos de eterna juventud, vendiendo esperanza, ilusiones y promesas más o menos tangibles en multitud de productos. Incluido aquellos que favorecen la masculinidad. Y, donde, el sexo está firmemente asociado a esa juventud ansiada. Sexo, potencia y pasión son palabras ligadas a esa etapa de la vida.


Cuando llega la década que va de los años 40 a los 50, por mucho que nos cuidemos y por muy jóvenes que nos sintamos por dentro, irremediablemente la juventud es un recuerdo. Con frecuencia, los hombres de esta edad parecen ser muy vulnerables a este sentimiento de pérdida, especialmente en lo que se refiere a la calidad de sus relaciones sexuales. Esta década se ha asociado a un periodo de crisis masculina. En este periodo evolutivo del ser humano, el vigor y la lozanía de la juventud evoluciona a formas maduras. Esta evolución irremediable e imparable es muchas veces vivida como una pérdida. Algunos reaccionan sometiéndose a maratonianas sesiones deportivas, que con frecuencia sobrepasan el saludable disfrute de sentirse en forma, y se convierten en una carrera imposible huyendo del miedo a la decrepitud. Es entonces, cuando el hombre busca a la mujer joven, como si esta pudiera devolverle, de nuevo, su vigor de juventud. Es por ello, que buscan, con nuevos estímulos, sobreponerse a la rutina en su búsqueda de la añorada pasión.


Algunos hombres saben todo esto y son capaces de disfrutar de su madurez, de entender que el tiempo pasa para todos y que siempre es mejor disfrutar de lo que se tiene que llorar por lo perdido. Y se convierte en maravillosa pareja, que saben suplir la falta de vigor adolescente por el arte de volver a conquistar y amar a una mujer, y que también han aprendido del pasado, disfrutan del presente y encaran el futuro con el buen saber hacer, en las relaciones de pareja. Y saben, que deben hacerlo porque las relaciones de pareja, con anteriores planteamientos han fallado. Son momentos de hedonismo, de búsqueda del placer inmediato. En ello no encontramos la satisfacción, pero sabemos que, antes de que llegue la vejez, debemos de pasar por la madurez. 


Hoy más que nunca, la mujer madura sabe de su atractivo, de su poder de seducción, de su derecho a vivir una segunda, tercera o cuarta juventud. Hoy la mujer madura es consciente de su luz y de su agua, y sabe que sólo tiene que mantenerse en su centro para poder elegir entre la variedad de raíces tiernas que acudirán buscando su tierra. Por eso, desde que tuve esa experiencia de mi adolescencia, he admirado a una mujer madura, y no solo la he mirado como un objeto oscuro del deseo cuyo porte te da un punto de excitación, tan necesario para el loable arte de la amatoria. Sinceramente es maravilloso estar en brazos de una mujer madura porque no solo puedes disfrutar, cada minuto de ella, sabiendo que nunca habrá reproches, sino que por su experiencia y visión práctica de la vida, las relaciones se convierten en profundas, enriquecedoras, pedagógicas y necesarias para el crecimiento personal de todo hombre.









Asi como anhelo encontrar a esa mujer madura, se que muchas mujeres anhelan encontrar a ese hombre maduro. Que siga la búsqueda, y al final del camino, el futuro se habrá convertido en destino. La madurez en vejez, y la experiencia en sabiduría.




1 de julio de 2011

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER



Es un libro que siempre me ha gustado, porque toca muy de cerca todas las sensaciones y situaciones que a un hombre le pasan por su vida. Especialmente en el aspecto de las relaciones de pareja. Pero, en estos momentos, mas que nunca me acuerdo de el. No se si será porque estoy pasando por un momento de mi vida, en el que las relaciones sentimentales se afrontan desde una nueva perspectiva, no solo por mi parte, sino, también por parte de las mujeres.





Pero me acuerdo mucho de Tomas, el protagonista; hombre divorciado y de muchas amantes que conoce a Teresa, la cual viene a poner en duda su vida de eterno soltero. Tomas termina cediendo ante el posible "enamoramiento" que va padeciendo por Teresa, casándose pero sin que ello implique terminar con sus amantes, siendo la más cercana, Sabina, una artista liberal.

La historia de amor entre Teresa y Tomas, Una mujer celosa con un hombre promiscuo, La historia de Franz con las tres mujeres que afectan su vida, sus búsquedas constantes por sexo, por amor, por celos, por libertad en un ambiente de guerra y de cambios políticos constantes.

La insoportable levedad del ser es un libro profundo, escrito con maestría y que durante su lectura hace que analicemos nuestra propia filosofía de la vida. El ser es insoportablemente leve, ligero. Al menos nuestro ser, nuestro estar, nuestro vivir (que ser, estar y vivir no es exactamente lo mismo, pero dejemos eso a un lado). La novela de Milan Kundera nos presenta una serie de personajes que oscilan entre la levedad, la indecisión, la angustia de la elección y una vida ya planificada, cerrada, en la que el cosquilleo de la vida y el espejismo de la novedad están ahogados por el eterno retorno de la cotidianidad. 

Así es también el amor: un proceso que se repite incesantemente y que pasa de un modo más o menos exacto por etapas que nosotros creemos únicas, exclusivas, personales, irrepetibles: ilusión, ensoñación, repetición, rutina, aburrimiento, celos, inseguridad, apasionamiento, locura, distanciamiento. Todo ello salpicado de idealización, desengaño, odio y contradicción: anhelamos lo que no tenemos, aunque seamos responsables de su pérdida. El amor que a fin de cuentas resulta tan angustioso (y a veces absurdo) como la vida misma. Lo que creemos fuerte, sólido, pesado es insorportablemente leve.

Definitivamente amo este libro, Este verano pienso leerlo nuevamente. Creo que después de varios años será una experiencia doblemente placentera, pues ya no lo enfocaré con la visión de antes. Mi personaje favorito: Sabina, la artista que encuentra sentido a su vida por medio de la traición. Y quien al recapitular sobre si misma, encuentra que su constante escape le heredó una insoportable levedad del ser. Es un personaje que aprende a disfrutar de la vida aprovechando las sensaciones que esta le propone, pero lo mas importante es el aprendizaje de la levedad del ser, necesario para no caer en la enfermedad mental. Y, además, como dice también Kundera en el libro; "Aquel que quiere escapar del lugar donde vive es porque en el no es felíz". 

Mi cita preferida:

"Hacer el amor con una mujer y dormir con una mujer son dos pasiones no sólo distintas sino casi contradictorias. El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien (este deseo se produce en relación con una única mujer)."

Disfrutar del sexo, cuando el deseo de acostarse con alguien se cumple no es mas que una cuestión de moral. Es nuestra conciencia la que nos da o nos deniega el pasaporte hacia el mas sublime de los placeres. Por eso el amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien, en el de compartir el final del día, desde el principio del día. (este deseo se produce en relación con una única mujer).


Amarrar el amor al sexo ha sido una de las ocurrencias más extravagantes del Creador. Si la excitación es el mecanismo mediante el cual se divierte nuestro Creador, el amor es, por el contrario, lo que nos pertenece sólo a nosotros y con lo que escapamos al Creador. El amor es nuestra libertad.La única manera de salvar el amor de la estupidez del sexo hubiese sido la de ajustar de otro modo el reloj de nuestra cabeza y excitarnos viendo una golondrina.


Si el amor debe ser inolvidable, las casualidades deben volar, como esa golondrina, hacia él desde el primer momento. El amor comienza con la coquetería. ¿Qué es la coquetería? Podría decirse que es un comportamiento que pretende poner en conocimiento de otra persona que un acercamiento sexual es posible, de tal modo que esta posibilidad no aparezca nunca como seguridad. Dicho de otro modo: la coquetería es una promesa de coito sin garantía.


El amor empieza en el momento en que una mujer inscribe su primera palabra en nuestra memoria poética.Así es el momento en que nace el amor: la mujer no puede resistirse a la voz que llama a su alma asustada; el hombre no puede resistirse a la mujer cuya alma es sensible a su voz. Parece como si existiera en el cerebro una región totalmente específica, que podría denominarse "memoria poética" y que registrara aquello que nos ha conmovido, encantado, que ha hecho hermosa nuestra vida. Y que nos lleva a actuar dejando paso a nuestros impulsos.

Los amores son como los imperios: se crean con el ímpetu de una conquista pero cuando desaparece la idea sobre la cual han sido construidos, perecen ellos también. Quien busque el amor infinito, que cierre los ojos y sueñe con el. Es posible que no seamos capaces de amar precisamente porque deseamos ser amados, porque queremos que el otro nos dé algo (amor), en lugar de aproximarnos a él sin exigencias y querer sólo su mera presencia.

La vida humana acontece sólo una vez y por eso nunca podremos averiguar cuáles de nuestras decisiones fueron correctas y cuáles fueron incorrectas. En la situación dada sólo hemos podido decidir una vez y no nos ha sido dada una segunda, una tercera, una cuarta vida para comparar las distintas decisiones. El río de la vida, fluye de una edad a otra y las historias de la gente transcurren en la orilla.


Si somos conscientes de que, a pesar de todo, hay que vivir, actuar, no arrepentirse de lo actuado, pensar, eso si, en las consecuencias de nuestros actos, antes de realizarlos. Porque el libre albedrío nos permite alterar, en parte, el plan previsto. Y nos preguntamos siempre, el por que, pero hay preguntas que no tienen respuesta.


Las preguntas verdaderamente serias son aquéllas que pueden ser formuladas hasta por un niño. Sólo las preguntas más ingenuas son verdaderamente serias. Son preguntas que no tienen respuesta. Una pregunta que no tiene respuesta es una barrera que no puede atravesarse. Dicho de otro modo: precisamente las preguntas que no tienen respuesta son las que determinan las posibilidades del ser humano, son las que trazan las fronteras de la existencia del hombre.

El carácter único del "yo" se esconde en lo que hay de inimaginable en el hombre. Sólo somos capaces de imaginarnos lo que es igual en todas las personas, lo general. El "yo" individual es aquello que se diferencia de lo general, o sea lo que no puede ser adivinado y calculado de antemano, lo que en el otro es necesario descubrir, desvelar, conquistar. Seguir luchando cada día para escapar de este destierro y llegar, de nuevo al Paraíso.

La nostalgia del Paraíso es el deseo del hombre de no ser hombre. De la mujer, de no ser mujer. De no enfrentarse al dolor, al sufrimiento, a la lucha diaria, al compromiso, a la atadura. Sino volver a sentir, aquello que sentimos desde nuestros orígenes, aquello que el resto de especies disfrutan y que nosotros hemos perdido por la insoportable levedad del ser.
  

Esta novela de Milan Kundera, publicada en 1984 y ambientada en Praga, en 1968, trata de un hombre y sus dudas existenciales en cuanto a las situaciones de pareja, tanto sexuales como amorosas. El libro relata escenas de la vida cotidiana, pero trazadas con un hondo sentido trascendental, sobre un tema abstracto y milenario; el de la inutilidad de la existencia y la necesidad o no del eterno retorno de los momentos para dotar a la vida de sentido.






Para quien no lo ha leído, en verdad lo recomiendo. "La insoportable levedad del ser" Milan Kundera. 1984