17 de octubre de 2011

ESPERANDO EL AMOR Y OTRAS COSAS IMPOSIBLES

"La felicidad no es la última estación, es una manera de viajar" (Runbeck)

Es curioso, desde que hace un par de meses tengo que coger el metro para ir al trabajo y del trabajo a casa, me fijo mas en las personas que viajan y en su manera de viajar. Una amiga me dijo esta semana, que aprovecha sus viajes en AVE para reflexionar sobre su vida. La verdad es que cuando el tren comienza a correr y ves como se transforma el paisaje por la ventana, la mente se transporta, también hacia esa dimensión, donde, los recuerdos y pensamientos forman su propio paisaje. Porque nuestra mente bebe de nuestros recuerdos para darle forma al futuro.






Pero volviendo a mis viajes diarios en metro, donde me encuentro cada día con cientos de personas, que entran y salen de un vagón, que esperan en el anden, que suben y bajan escaleras, que toman la misma dirección o la contraria a la mia. Todas y cada una de ellas, al igual que yo, sueñan con encontrar cada día la felicidad en medio de la rutina. Soñamos con encontrarla en una persona o en una cosa, por eso miramos siempre a nuestro alrededor, buscando en esa persona o en esa cosa, aquello que nos traiga placeres, sensaciones, sentimientos, necesarios para albergar mas esperanza. La esperanza de encontrar la felicidad. Esa felicidad que tanto ansiamos pero que no esta ahí; en la persona o en el objeto. Está en nosotros mismos; en como afrontamos el encuentro con una persona, o como disfrutamos de la posesión de ese objeto.

Soñamos, la mayor parte del tiempo con compartir nuestro tiempo con esa persona o poseer esa cosa que nos haga feliz. Con encontrar ese amor que nos venden en las películas. Tan irreal y superficial. Pero hay personas y/o cosas que son imposibles o inalcanzables para nosotros, pero, aún así, las seguimos deseando. Y mientras las alcanzamos. Nos conformamos con sucedaneos, a los que nunca entregamos todo lo que somos, porque pensamos que no son verdaderos merecedores de nuestro total esfuerzo. Y por ello, nos llega la frustración por no haber encontrado a la persona o a la cosa perfecta que tanto ansiamos. Frustración, que mas tarde o mas temprano, acaba generándonos rencor, odio, y hasta deseos de venganza. Unos deseos de venganza que llevan a perpetuar las malas relaciones entre dos personas y las que les rodean.

La madurez es la capacidad de resistir a la frustracion. ¿Y el perdón? El perdón es la herramienta que ayuda a reparar la frustración y nos hace seguir creciendo en madurez. Pero la herramienta del perdón, ya dejó de utilizarse. Es más fácil y rentable (emocionalmente hablando) elegir una persona nueva, que ponerla un parche. Porque, claro, es tan antiestético eso de los parches. Las relaciones de nuestros abuelos, y de nuestros padres están llenas de parches. Y eso es lo que les da tanto mérito. El esfuerzo por mantener las relaciones, pese a tantos golpes y pinchazos, las ha curtido y las ha vuelto tan maduras y duraderas.

La razón nos dice que es más fácil olvidar que perdonar. Pero, ¿no es acaso mas loable y humano perdonar? Perdonar porque ninguno de nosotros es perfecto. Porque nuestros actos, en la mayoría de las ocasiones son reflejos, no pasan por el tamiz de la razón. Muchos de nosotros somos muy viscerales. Actuamos, en la mayoría de las ocasiones sin pensar en las consecuencias, porque sentimos que estamos preparados para las posibles consecuencias.

En nuestro interior sentimos que la vida nos preparó para todo. Esto es cierto; el ser humano se compone de células, pero también de sentimientos, razón y voluntad. Estos tres nacen de nuestro cerebro, quien gobierna nuestras decisiones. Cada día es una lucha por ser capaces de mantener un equilibrio en nuestra vida. Un equilibrio que nos asegure la supervivencia. La lucha entre los sentimientos, la razón y la voluntad es lo que nos hace estar vivos. El día que no existe esta lucha estamos muertos.

Hay personas que le dan mas importancia a los sentimientos. En lo que respecta a las relaciones de pareja, donde si que hay que dársela, es claro que los sentimientos juegan un papel importante. Dos personas no tendrían una relación de pareja, sino existieran esos sentimientos. O no deberían. A no ser que hubieran ante-puesto la razón, como antiguamente; donde las parejas eran por conveniencia y solo se justificaban por intereses económicos o patrimoniales, y donde los sentimientos no existían.

Pero es claro, que la razón nos influye en una relación de pareja; dinero, atractivo físico, estabilidad, estatus o posición social son aspectos de la razón que promueven unos mayores sentimientos hacia una persona. Estos requisitos tan razonables para que nos guste otra persona generan la atracción suficiente para que nazcan esos sentimientos tan necesarios para que una relación comience. El amor, es también, pues, fruto de la razón. Porque la razón nos refuerza los sentimientos de atracción hacia una persona, cuando entendemos que esta posee los requisitos que, a nuestro entender, deben ser los que le podemos y debemos pedir a una pareja.

Es entonces; cuando sentimientos y razón están alineados, cuando la voluntad; es decir; la capacidad que tiene todo ser humano de decidir con libertad y optar por un tipo de conducta determinado, nos lleva a comenzar a compartir nuestra vida con la de otro ser humano. Libremente, sin coacciones, nosotros, teniendo en cuenta nuestros sentimientos y nuestra razón, optamos por comenzar la búsqueda del amor.

Pero este equilibrio entre los sentimientos, la razón y la voluntad, es tan efímero, que es prácticamente imposible. Es por ello que es tan difícil, llegar a encontrar el Amor, el amor con "mayúsculas". Porque los sentimientos son tan subjetivos, y tan distintos para una y otra persona. La razón, es tan exigente para unas personas y tan poco para otras. La Voluntad; que surge de la disciplina: la disciplina, es algo tan poco habitual en muchas personas. Por tanto. Conclusión; Amor = Otra de esas cosas imposibles.

Imposible, pero tan real, a veces, que lo puedes sentir. Lo puedes palpar, lo puedes ver. No solo en otras personas. También en ti. Soy creyente, ferviente practicante, de esta religión que tiene como dios al Amor. Un dios, imposible de poseer, pero que nos brinda sus bondades, para deleite de nosotros; tristes mortales que necesitamos de su maná, caído del cielo, para alimentar una triste existencia. ¿Que sería de nosotros sin el amor? ¿Donde estarían nuestros sueños, nuestra ilusión, nuestras esperanzas?. No existirían los frutos del amor. No existiría yo, no existirían mis recuerdos, no existirían mis amistades, no existirían mis relaciones, no existirían mis hijas, no existiría mi presente, no existiría mi futuro. Todo lo que somos, lo que tenemos, lo que seremos, lo que tendremos, es consecuencia del amor.

Practicando esta religión, aprendiendo de los maestros y sacerdotes, releyendo sus lecturas, participando en los ritos, cumpliendo sus mandamientos y creciendo cada día para conseguir la perfección en el camino hacia el amor. Porque, si uno quiere llegar hasta el, debe caminar hacia el y no esperarlo. Pero no buscándolo fuera, sino, en nuestro interior. El amor está en nuestro interior. Nace de nosotros mismos, no podemos buscarlo en los demás. Comienza por amarte a ti mismo, y entonces, solo entonces, habrás comenzado el camino hacia el amor. Porque nosotros mismos ya somos amor. Y el amor, crece cuando se da, no cuando se recibe.




Por tanto, imposible, lo hacemos imposible cuando no creemos en el. Real, cuando si lo hacemos. Es entonces cuando lo sentimos, lo percibimos, porque lo  sentimos en otras personas, pero lo reconocemos en nuestro interior. En algún momento lo hemos sentido. No tanto cuando lo hemos recibido, como cuando lo hemos ofrecido. Hemos tenido mayor satisfacción cuando lo hemos dado que cuando lo hemos recibido. Dejando, a un lado, nuestro egoísmo, hemos descubierto que hemos sido mas felices. Todos somos conscientes de que es el egoísmo el que rompe nuestras relaciones. El que acaba con nuestros proyectos en común. Pero que es el amor, el que nos invita al perdón, a la reconciliación, a reconocernos imperfectos, a ser humildes, a luchar contra el rencor, a eliminar el odio de nuestras vidas. Y esto trae a nuestras vidas esa felicidad que tanto ansiamos.

Conclusión; No debemos esperar el amor, el amor está en nosotros, solo tenemos que creer en el, ofrecerle y compartirle. Solo así dejaremos de pensar que es imposible encontrarlo. Y con ello conseguiremos, atraer a otras personas con quien compartirle. En todos los sentidos. Crees en esta Religión del Amor? Pues ponla en practica. Te hará mas feliz, te lo aseguro.