23 de enero de 2011

MACHISMO, MACHO, MACHOTE

Ayer, a mi vuelta de mi viaje de trabajo y placer por el Caribe, quedé con una amiga. Tenía ganas de conocerla, pues habíamos hablado, varias veces, a través de Facebook y su experiencia de divorcio, como la de muchas mujeres, está siendo muy difícil. Tras contarme, con detalle sobre sus años de matrimonio y los consiguientes años de separación y divorcio. Mi conclusión es que el machismo sigue estando muy latente en la población masculina de nuestro país.


El machismo es un término muy utilizado en nuestros días. ¿Pero, realmente, lo aplicamos correctamente?. Tenemos que tener cuidado cuando simplemente lo utilizamos como arma arrojadiza, cuando no estamos de acuerdo con una reacción, palabra o situación que proviene de un hombre en particular. De ese hombre, que tiene en común, muchas cosas con otros miembros de su mismo género, de su especie. Pero que no tiene que ser equiparado con la totalidad,  puesto que no todos los hombres, como tampoco todas las mujeres, actuán igual.






Creo que el feminismo ha producido muchos cambios en algunas sociedades occidentales, incluyendo el sufragio femenino, el empleo igualitario, el derecho de pedir el divorcio, el derecho de la mujer de controlar sus propios cuerpos y decisiones médicas (incluyendo el aborto, tema sobre el cual no hay consenso), y muchos otros mas aspectos sociales, que se pueden aceptar como logros por parte del feminismo activo. Pero, al mismo tiempo, este feminismo activo consigue demonizar algunos aspectos del hombre, que son inherentes a su naturaleza genética y, sobretodo, a una herencia cultural que para ser transformada necesitará de un trabajo a largo plazo.

La historia nos demuestra que en los antiguos pueblos de occidente (Grecia, Roma), de quienes hemos recibido una gran influencia cultural, las relaciones sociales en la familia proyectaban a la mujer a un segundo plano. Todo su sistema social giraba en torno a la concepción Machista de la vida en común. Y aunque incluían a las mujeres dentro de su sistema panteísta, los dioses femeninos encarnaban principalmente la corrupción y la maldad. La asimetría de género se instauraba desde el plano simbólico, lo cual definía el "todo conocido". 


Con la llegada del cristianismo se producen nuevos cambios en la concepción de autoridad del hombre, cuyo poder ahora era divinamente legítimo al interior de la familia. Responsabilizándole del mantenimiento de la misma. "Nuestra sociedad, como muchas otras sociedades, tiene la característica de ser androcéntrica, esto quiere decir que toma al hombre, como medida para todas las cosas, como prototipo del ser humano y todas las instituciones creadas socialmente, responden a las necesidades del varón, es decir, todo gira a su alrededor".



De lo citado anteriormente descubrimos que la socialización con respecto a la asignación de roles de género ha constituido la historia de legitimación de un género por sobre el otro, y junto con ello un orden social instaurado artificialmente sobre la base de supuestos mitológicos (hombre superior), y que hoy en día se encuentra "manifiestamente oculto" como el aire que respiramos. Hoy en día el machismo es un lenguaje, una concepción tan arraigada en nuestra psique que cuesta descubrir el velo que envuelve sus mecanismos, el machismo está presente en todos los aspectos de nuestra interacción tanto de hombres con mujeres, hombres con hombres, mujeres con mujeres. Todas nuestras definiciones son androcéntricas, inclusive las que utilizan las mujeres para definirse a sí mismas. 


Un ejemplo de la extremización de este fenómeno lo constituye la siguiente reflexión; sabemos que el feminismo vendría a ser algo así como la antítesis de machismo, pero su naturaleza, su presencia sólo puede entenderse bajo la presencia del machismo, o sea el feminismo encuentra su posibilidad de ser en la lucha contra aquello que no lo valida, el feminismo encuentra su sentido y su razón de ser en el objeto de su negación, por ello su presencia no hace más que afirmar la condición de existencia del machismo.



Si no creeis que es asi, reflexionemos acerca de lo siguiente: Tal y como comentaba antes, el feminismo ha logrado, entre otras cosas la mayor participación de la mujer en las decisiones de la sociedad, ha ingresado masivamente al campo laboral, ha ingresado al marco de la competitividad de género y muchas veces, sino la mayoría ha salido victoriosa, sin embargo postulamos que estos triunfos son triunfos del modelo machista de sociedad para la cual el feminismo viene a ser funcional, o sea la mujer al participar (lo cual es algo muy valioso) perpetua el modelo machista imperante, al permitir regirse bajo el alero de un mundo definido desde el prisma de la masculinidad dominante. 


Por tanto, pienso que lo que está consiguiendo el feminismo es intentar que el feminismo sustituya al machismo. Pero intentando no igualar, sino sustituir la masculinidad dominante por una feminidad dominante basada en el machismo. La igualdad debe reconocer la diferencia existente entre cada uno de los géneros sin intentar que predomine uno sobre otro.






Es posible ver actitudes de este tipo en mujeres con una actitud tremendamente beligerante. Yo tuve la experiencia de comprobarlo cuando estudiaba en la universidad. Fui representante de estudiantes y miembro del claustro universitario. Nuestro despacho estaba en una zona dedicada a los alumnos, dentro de la facultad. Compartíamos este espacio con otras asociaciones. Entre ellas, activistas del feminismo mas radical. Seguidoras del lesbianismo político de los años 60, una corriente que se escinde de las primeras luchas del feminismo. 


En un sentido amplio, el lesbianismo político supone la identificación de las mujeres con las mujeres, incluyendo un rol más allá de la sexualidad pero apoyando que se evite formar una relación con los hombres. Se basa parcialmente en la idea de que las mujeres que comparten y promueven un interés común crean una energía positiva y necesaria para aumentar y elevar el rol de las mujeres en la sociedad, un desarrollo que será restringido por las instituciones de la heterosexualidad y el sexismo si las mujeres eligen las normas tradicionales. Este filosofía está presente hoy, ya que existen asesoras y funcionarias públicas de esta rama en la administración y en los organos de gobierno actuales, promoviendo políticas sociales con esta gran carga ideológica, que desestructura las relaciones familiares y de pareja, pero que no está preparada para las consecuencias.

Como hombre que soy, reconozco que nuestros patrones culturales, nuestros valores aprendidos y nuestra educación recibida ha seguido promoviendo roles que favorecen el estatus social del hombre frente a la mujer. Pero hay que ser conscientes de que, aunque el feminismo ha producido que los hombres vayan asumidendo que no es lícito seguir perpetuando este trato de favor. 


Sin embargo, algunos valores que sustentaban nuestro modelo de sociedad, han querido ser minados sin tener la certeza de que con ello se solucionara esta desigualdad, sin que ello trajera como consecuencia la generación de nuevos conflictos y males mayores. Sin tener preparados los recursos para que las nuevas situaciones no se conviertan en nuevas problematicas sociales a las que hay que dar una nueva respuesta. No hay mas que observar, como la ley del divorcio o la ley del aborto están provocando desigualdades, en vez de solucionarlas y traen consigo nuevas problematicas sociales para las que no se habían creado recursos, y a las que, ahora tendremos que dar respuesta.

Por supuesto que en la mente de todo hombre moderno, de una sociedad como la española, y de una generación como la mía. Està el reconocimiento de derechos y deberes de la mujer, que han sido necesarios para el crecimiento y desarrollo económico de nuestro país. Pero esta equiparación de derechos y deberes se enfrenta a el arraigado rol preponderante que el hombre ha ejercido durante décadas y, todavía, existen multitud de representantes del género masculino, a quienes les cuesta digerir la nueva situación. Pero mas tarde o mas temprano, frente a los evidentes cambios deberán aceptar y evolucionar en su rol masculino. La psicología evolucionista reconoce, que los patrones culturales de nueva creación llevarán a que los individuos acaben por cambiar sus propios roles. Las normas sociales motivan la acción individual, de tal manera, que el individuo es capaz de cambiar sus mas profundos ideales.


El hombre actual, el de mi generación, descubre, día a día, que cualquier ser humano tiende a querer buscar nuevas parejas cuando la que tiene no le satisface. Que la separación o divorcio, no es mas que el resultado de una infidelidad en los sentimientos. ¿Porque guardar las apariencias sociales? ¿Porque cumplir con las expectativas familiares? ¿Porque cumplir con los objetivos morales? Cuando no existe sentimiento hacia otra persona. ¿Es mas lícita la infidelidad dentro de un matrimonio?. Es decir, ¿Debo mantener un matrimonio con alguien que no me da aquello que necesito, pero lo busco fuera?


Las ideas de los psicólogos evolucionistas parecerían demostrar que la fidelidad estricta es contrabiológica y contracultural. Sin embargo, también es cierto que como parte de nuestro desarrollo moral y ético (Darwin creía que el varón era el único animal moral), somos potencialmente capaces de revertir conscientemente estas determinaciones biológicas a partir del desarrollo de valores y elecciones específicamente humanas.Los seres humanos optamos por la monogamia en nuestra evolución como especie, pero también por las monogamias secuenciales, a través de las separaciones, los divorcios y los nuevos matrimonios.

Hablar de la monogamia o de la poligamia como la "naturaleza" dentro del matrimonio, además de falso -ya que no hay naturaleza humana, sino que, utilizando la frase de I. Caruso, "el hombre es por 'naturaleza' un ente cultural"  resulta la piedra de toque para abordar el punto de vista intrapsíquico e interindividual de la pareja que si bien es social, no deja también de contener fuertes relaciones psíquicas. La cultura es importante, pero lo que realmente mueve las relaciones de pareja son los sentimientos.

Rougemont habla de la paradoja del matrimonio ya que se le piden dos cosas opuestas: la pasión y el amor, es decir, aquella llama de la pasión que rompe, mueve y enfrenta y aquel amor de rutina hundido en la certeza de la monotonía.El lazo conyugal alude no al hecho jurídico de contraer matrimonio sino a la posibilidad de que la pareja haya aceptado llevar una relación más o menos duradera, de manera voluntaria y comprometiéndose moral y físicamente el uno con el otro.


Las relaciones de pareja, igual que todo tipo de relación contiene cargas ambivalentes de amor y odio, en donde, de acuerdo con la teoría kleiniana, se van proyectando e introyectando simultaneamente. Apegándonos a la teoría de los impulsos de vida y muerte, y considerando que actualmente el matrimonio en nuestro país, es más o menos voluntario, vemos así que en la unión (instinto de vida) está ya dada su muerte (thanatos) o separación por medio de toda la gama de conductas agresivas y destructivas. Esto, evidentemente, replantea el concepto vulgar y común de amor en donde se utilizan patrones maniqueístas que hablan de una pureza y de una eternidad que en el hombre no pueden darse, dada su condición finita. Cuanto daño nos hacen los cuentos de principes y princesas. Y todavía seguimos contándoselo a nuestras hijas.



La pareja necesita para su supervivencia y para el desarrollo de cada uno de los integrantes, de movilidad; así, el tipo de elección inicial puede ser modificada. Por ejemplo, la pareja complementaria, en donde uno "manda" y es considerado mejor, más capaz, etc., puede verse seriamente afectada cuando el miembro "menor" obtiene una serie de logros que lo hacen salir del esquema anterior.  Sea cual sea el tipo de elección que se haya realizado, los miembros de la pareja pueden sentirse defraudados una vez terminado el período de luna de miel y entonces, las expectativas sufrirán un golpe cuando se enfrenten a la pareja "real" y no a la idealizada. Se podrá mantener la relación por intentar mantener una familia, pero a la larga, la relación fracasará porque la parte que se siente engañada, querra seguir buscando su ideal de pareja.






Creo que la distinción hecha por Rougemont, que he citado antes, se basa más en una amor romántico que en el "amor real". El amor real no es ni la felicidad, ni la pasión sino la compañía y la colaboración entre dos géneros a fin de crecer (lo cual duele) y de solucionar conflictos. El amor romántico, surge en el enamoramiento. Donde dos personas se unen ante un desbordamiento hormonal, producido por la coincidencia de dos seres que identifican, cada uno en el otro, el perfil buscado. Esto genera un estado de euforia, que se mantiene durante un periodo estimado de unos tres años.

De acuerdo con Giusti, para la ruptura del vínculo matrimonial, se puede considerar suficiente cuando existe la pérdida de intensidad y calor emotivo, la insatisfacción sexual, la desaparición del placer de estar juntos, la pérdida de comunicación y por infidelidad. En la infidelidad se intenta obtener la satisfacción de carencias que no fueron satisfechas en el matrimonio, sólo se asegura el fin real de la separación, de donde la infidelidad pasa a ser el escape de un estado incierto e insatisfactorio, más que una alternativa real a un matrimonio acabado. Muchas parejas, fundamentan sus escarceos amorosos en un sentimiento de "crisis en su relación de pareja".

Más que pretender hablar de la "crisis de la pareja" porque este tipo de conducta afecta a lo socialmente esperado, habría que concientizar a la población de que este tipo de procesos son comunes durante las crisis a las que toda vida está sujeta. A pesar de lo anterior, habría no obstante, que desempolvar las ideas "caducas" del amor socialmente esperado. De acuerdo con Lemaire, a la pareja, son cada vez más numerosas las tareas que se le ecomiendan, desde funciones económicas y sociales así como afectivas, en donde intervienen muchas partes primitivas y arcaicas de la personalidad que no son siempre placenteras para la convivencia. 


Así, Lemaire afirma que, efectivamente, la pareja está en crisis, pero no una crisis en la que tienda a desaparecer como institución, sino como una unidad que tiende a satisfacer mayor número de exigencias dentro de un marco económico y social cada vez más problemático que limita el tiempo de convivencia de la pareja.

Yo agregaría, respecto a la crisis de la pareja actual, que hay una incertidumbre acerca de lo que genéricamente el hombre debiera ser, pues éste se ha definido como lo opuesto a la mujer y al existir mujeres en lugares públicos (antes limitados a los hombres) son las mujeres muchas veces quienes sostienen a la familia, quienes ganan más, las de mayor escolaridad, las de mayor vida social, etc. Entonces la fuerte imagen del hombre preocupado por la vida de su familia, a la que nuestros padres nos habían acostumbrado, actualmente está en desuso, y por tanto devaluada. Lo que ha provocado desorientación, frustración y pérdida de roles en muchos hombres.


Esto, justificaría, en gran medida, las reacciones de muchos hombres, cuando se encuentran frente a un fracaso en su relación de pareja. Su núcleo familiar, por el que tanto han luchado, desaparece. Y el poder que ejercía sobre este núcleo familiar también. Por lo que siente que ha perdido, todo aquello que consideraba como posesión. Esto genera actitudes beligerantes que, faltas de sentido común, producen mayor tensión en la relación con las mujeres. 


Es el pan nuestro de cada día. Y cada vez que hablo, de ello, lo hablo, no solo por las experiencias que me cuentan. Sino, también por mi propia experiencia. El deseo de amar y ser amado es lo que nos impulsa cada día. Todos caminamos en esta vida persiguiendo el sueño de encontrar, alguien que cumpla con ello. Buscamos obtener el máximo de la vida y cuando ese deseo se marchita, nuestra vida se vuelve estática. Se estanca. Es ese miedo el que nos hace ser tan beligerantes con nuestras ex-parejas.


Aprendamos queridos amigos y amigas a pasar página. A reconocer nuestros errores, a desear el bien a nuestros seres mas queridos, a olvidar el rencor y la frustración, a reinventarnos de nuevo, a resucitar nuestra alma muerta. Todos, en algún momento de nuestra vida hemos fracasado en el amor o nos hemos aburrido de alguien a quien amamos una vez. El amor es infinito, no podemos darle fin. Si cambiar el nivel de amor con cada persona. Nuestro nivel de amor acaba con unas y empieza con otras. Persiguiendo la búsqueda del amor infinito seguimos caminando y alimentando nuestra alma. Ese debe ser nuestro siguiente paso; despertar el alma. Si hoy la sentimos dormida, solo amando lograremos despertarla de nuevo.



Aprendamos los hombres y mujeres a disfrutar del amor sin limitaciones. Es ahora el momento de reinventar nuestras relaciones.






1 comentario:

  1. Yo solo creo que cada uno debe tomar su papel y no intentar meterse en el del otro,somos diferentes nos guste o no y eso hace que seamos complementarios.El respeto al otro es lo importante.Yo he tenido suerte o a lo mejor no es suerte,tuve un divorcio sin ningún problema ,mi ex marido y yo somos buenos amigos y nos ayudamos en lo que haga falta ya no solo por los hijos en común sino también porque el respeto y el cariño que sentimos mutuamente han estado,están y estarán siempre ahí y el hecho de que el amor como pareja,ya no sea nuestro objetivo no significa que ya no nos dirijamos la palabra o cosas peores.La educación es muy importante,así que eduquemos también para el fracaso o las malas experiencias,eduquemos para saber aceptar los errores y también para que entendamos cuando algo se acabó.
    No creo q haya nada que reinventar,las bases están ahí,siempre estuvieron,ahora, aprendamos a utilizarlas con la madurez que nos dan los años y la experiencia.El amor es el amor no hay mas.
    Un saludo caballero y a mi también me gustaria conocerle en persona porque usted y yo empezamos el contacto ya hace unos cuantos años¿a que no lo recuerda?
    Un besito
    Ursula Vargas Pinto

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